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Capítulo 3

Mohammad (Misericordia para la Humanidad)

 

Tú no puedes "hacer" que alguien te ame. No existe ninguna fórmula, ni se puede establecer ningún plan, que inspire el amor de otra persona. ¡Muchos corazones estarían satisfechos si, en efecto, eso fuera posible!

El Profeta Mohammad SAAWS [1], que los Rezos y la Paz de Al·lâh sean sobre él, tiene un lugar de honor muy especial en el corazón de cada musulmán. No sólo es admirado, venerado o respetado, sino que es amado. Se trata de un amor verdadero que emana del corazón. Los musulmanes aman al profeta Mohammad.

En el corazón de El Cairo hallamos un barrio cuyo nombre mismo inspira el afecto inmediato en el corazón de cada egipcio. Se trata de un barrio constituido por edificios destartalados que se alzan junto a mezquitas magníficas, ruinas de palacios, la universidad más vieja del mundo, la tumba de un nieto del Profeta y un bazar famoso en todo Oriente Medio. En este barrio, puedes hallar a turistas vestidos con ropa ligera codeándose con mujeronas egipcias y con visitantes de los estados del Golfo, que se visten con túnicas negras y largas. También hay vendedores ambulantes y muchachos procedentes del campo que se dedican a limpiar zapatos, así como pícaros jovencitos que tienen una rápida manera de vender. Toda la vida está aquí. Se trata del barrio de Al-Hussein.

Maûlid An-Nabî, el cumpleaños del Profeta, no es una fiesta religiosa en el propio sentido de la palabra. Se trata más bien de un estallido popular de alegría por la celebración del cumpleaños de una persona tan querida. Celebrado como si se tratara de una fiesta nacional tanto en Egipto como en otras muchas naciones árabes y musulmanas, en ninguna parte encontrarás un festival más famoso que el de Al-Hussein. Coincidiendo con una tarde normal de fin de semana, miles de personas acuden en tropel al barrio para presenciar el festival. A las cafeterías turísticas habituales y los restaurantes en los que se sirve pollo y kebab, se agregan ahora los puestecillos destinados a un público más local, en los que se venden palomitas de maíz, algodón azucarado, manzanas cubiertas de caramelo… además de todo aquello que un niño pequeño desearía que su padre le comprara: Juguetes, globos, pequeños tambores… También hay cantantes ambulantes que entonan alabanzas al Profeta. Una escena llena de diversión. Una celebración de la alegría del Islam.

El Islam no tiene un fundador reverenciado que haya establecido la religión. Hemos dicho ya que los musulmanes creen que el Islam ha existido desde el principio de los tiempos, y que el primer hombre, Âdam (Adán), fue también el primer musulmán. Los hombres y las mujeres nacen buenos por naturaleza. No hay ningún fallo en la creación de Al∙lâh[2].

[En verdad creamos al hombre en la mejor armonía.] (Noble Corán, 95: 4) TSQ [3]

Libres de cualquier influencia del prójimo, los hombres y las mujeres creerían naturalmente en un Único Dios, a menos que les enseñaran algo diferente. El profeta Ibrâhîm (Abraham para cristianos y judíos) era un profeta del Islam, como lo fueron Dâûd (David) y Sulaimân (Salomón). Incluso aquél que es aclamado por los cristianos como San Juan Bautista –Yahya-, es un profeta del Islam. Mûsa (Moisés) y 'Isâ (Jesús), también, son profetas del Islam. Todos ellos predicaron la adoración de un Único Dios y el rechazo a los ídolos.

Los musulmanes creen que el mensaje que anunciaba la existencia de un Único Dios revelado a Mûsa (Moisés) y 'Isa (Jesús) fue deformado y falsificado posteriormente. Los judíos se desviaron, preocupándose por su tierra e inventando leyes y regulaciones que constituyeron una carga en las espaldas de los hombres. Los cristianos, como resultado de un amor exagerado hacia Jesús, perdieron el espíritu de lo que les fue revelado y comenzaron a ver a Jesús como a alguien divino, como al hijo de Dios que vino a la tierra para salvar del pecado a la humanidad.

Los musulmanes creen que el Noble Corán es literalmente la palabra de Dios. A menudo dicen: “Como Al∙lâh dijo en el Corán”, para justificar un argumento. Al·lâh dice en el Corán a propósito de su profeta Mohammad (según los musulmanes): “Y no te hemos enviado sino como una misericordia para los mundos". No era ni un rey, ni un dios. Mohammad a menudo es definido por los musulmanes, simple y llanamente, como “el mejor de los hombres.”

Por un motivo que sólo conoce Al∙lâh, Él eligió a un hombre simple y de origen humilde, que vivía en la oscuridad relativa de la Península Arábiga, para llevar Su mensaje, Su Misericordia a toda la Humanidad.

Un hombre honesto y noble, amado por todos los que lo conocían, incluso antes de que descendiera la Revelación de Al∙lâh, Mohammad se convertiría en el ejemplo perfecto de cómo debía ser vivido el Islam. Cada acción, pensamiento y palabra suya reflejarían la Revelación que había recibido. Su vida y ejemplo, basados en la revelación de Al∙lâh sobre Sí Mismo, son ahora la inspiración para millones de musulmanes.

En el Islam no existen fórmulas teológicas que los profesionales religiosos deban explicar al principiante. No hay ninguna doctrina abstrusa u oscura que deba ser interpretada ante el creyente para facilitar su comprensión. Si alguna vez hubiera discrepancia sobre el modo de vivir de la vida de alguien, un musulmán acabaría consultando simplemente lo que Mohammad habría hecho o dicho en tal situación.

En el Noble Corán, así como en la vida y enseñanzas del Profeta Mohammad, que los Rezos y la Paz de Al·lâh sean sobre él, el musulmán encuentra una guía verdadera y segura. Al∙lâh ha hablado sobre Él Mismo y le ha dicho al hombre cómo vivir. Mohammad ha respondido a esa Revelación.

En la época en que nació Mohammad, La Meca era un centro de importancia que se hallaba en medio de las rutas de caravana entre Yemen, al sur, y Siria, al norte. Muchos comerciantes pasaban por la ciudad para hacer negocios, haciendo un alto en el camino para realizar transacciones adicionales y para descansar. La Meca también tenía una importancia adicional: albergaba la Ka'aba, la casa de Dios reconstruida por Ibrâhîm (Abraham) muchos siglos atrás, que se había convertido en un centro de peregrinación.

Miles de personas se congregaban allí para adorar a multitud de ídolos que se hallaban alojados dentro de la Ka'aba, les ofrecían regalos y traían prosperidad a la ciudad. La Ka'aba era también un lugar sagrado: Cualquier persona que se refugiara entre sus paredes podría reclamar asilo y estar segura de cualquier enemigo hasta que la disputa se hubiese resuelto. Todos estos factores hicieron de La Meca un centro con cierta importancia en la zona.

De hecho, gozaba de tal prestigio que muchos envidiaban su posición. Cincuenta días antes del nacimiento de Mohammad, un tal Abraha, gobernante del Yemen, juró destruir la Ka'aba y trasladar dicho centro de peregrinación, con todo su comercio y prestigio asociado, a la ciudad de Sana'â, en Yemen.

Así pues, se dirigió a La Meca con un ejército que él mismo encabezaba, montado en su elefante. Al aproximarse a la Ka'aba con la intención de derribarla, el elefante se sentó y se negó a proseguir. Por más azotes que le propinaran, no conseguían que se moviera. Al mismo tiempo, apareció como venida de la nada una gran multitud de aves que sujetaban grandes piedras y que lanzaron sobre el ejército de Abraha, destruyendo así al ejército invasor, prácticamente hasta el último hombre. Lo que en un principio se auguraba como un desastre inminente para los habitantes de La Meca, se había convertido en una victoria milagrosa. La Meca y la Ka'aba habían resultado ilesas.

En los años posteriores, muchos señalarían a éste y otros extraños acontecimientos similares que habían rodeado al nacimiento y la infancia del Mensajero de Al∙lâh, como algo que encajaba totalmente, ya que no se trataba simplemente del nacimiento de un hombre, sino de una nación. También apuntaron las referencias habidas en la Torá judía y en el Evangelio cristiano, que prometían que un profeta había de venir.

No vamos a hacer aquí un estudio detallado de la vida de Mohammad, ya que eso está explicado en muchos otros sitios, sin embargo mencionaremos algunos detalles que nos ayudarán a entender mejor. Su familia pertenecía a la noble tribu de Quraysh, cuyo linaje se remontaba al hijo mayor de Ibrâhîm, Ismael, y que gozaba de un gran respeto en La Meca y en los territorios circundantes. Su abuelo, 'Abdel Muttalib, era una figura muy importante en La Meca, muy respetado y honrado por sus amigos y aliados.

Mohammad no llegó a conocer a su padre, 'Abdul·lâh, ya que éste murió justo antes de que naciera. Así, creció junto a su madre hasta alcanzar la edad de seis años, pero entonces ella también murió y se quedó huérfano de padre y madre. Su abuelo se hizo cargo de él, pero murió dos años más tarde. Entonces, el muchacho se fue a vivir con su tío, Abû Tâlib, quien desempeñó un papel importantísimo protegiéndole y dándole cariño cuando Mohammad era todavía un niño, y también posteriormente siendo ya un hombre maduro.

Antes de proseguir con la historia de Mohammad, tomemos una pausa y reflexionemos sobre cómo Dios elige los acontecimientos aparentemente de una manera extraña, desde nuestro punto de vista humano limitado.

Aunque Mohammad nació en una familia buena, decente y honrada por sus vecinos, no tenía ningún poder ni riqueza. Quedó huérfano a la edad de seis años y fue a vivir con su tío, no precisamente en el centro de una gran ciudad o poderosa urbe con una influencia que se extendiera más allá de sus fronteras, sino más bien en una región estratégicamente sin ninguna importancia para las potencias mundiales de su tiempo. Bajo el punto de vista moderno occidental, Mohammad era un huérfano que vivió en medio de ningún sitio. No obstante, según el Islam, Al∙lâh tomó a este muchacho huérfano, e hizo de él un amonestador, testigo y portador de buenas noticias para toda la humanidad. Al·lâh utilizó Su "instrumento" elegido, que no sabía leer ni escribir, a modo de misericordia para las naciones.

Muchas son las historias relacionadas con la infancia de Mohammad que muestran que el muchacho era de alguna manera especial. La visión retrospectiva tiene el hábito de poner siempre un brillo atractivo sobre acontecimientos ordinarios que ocurrieron hace mucho. Las ilusiones a veces nos permiten elaborar historias simples. Sin embargo, muchas personas destacan la manera especial con la que el joven Mohammad fue honrado.

Cuando tenía ocho años, un grupo de gente visitaba La Meca en una época de extrema sequía. ¡Cuánto tiempo llevaban esperando poder beber algo! Hacía mucho tiempo que no había caído ni una gota de agua, ni había aparecido una sola nube. Pidieron al abuelo del niño que éste les acompañara mientras rezaban para implorar la lluvia. Nada más llegar a la Ka'aba con el niño, las nubes comenzaron a aparecer en el cielo, seguidas de lluvia abundante.

A la edad de doce años, el joven Mohammad acompañó a su tío, Abû Tâlib, en un viaje de negocios rumbo a Siria; pero, por el camino, se encontraron con un monje cristiano que quedó tan impresionado por el muchacho que insistió en conversar con ellos profusamente. A continuación, preguntó por el tutor del chico y le confesó: “Éste es el mensajero de Al∙lâh para la humanidad”. Convenció a Abû Tâlib de que no llevara al muchacho más adelante, y que regresara con él a casa, ya que temía que ciertos enemigos pudieran dañarle. Así pues, Mohammad regresó a La Meca.

Mohammad se convirtió en un joven honorable. Inspiraba el amor de sus amigos y el respeto de aquellos con quienes trabajaba. En un principio, trabajó como pastor -como hicieron muchos profetas antes que él- y más tarde, cuando se le fueron encomendadas tareas en el ámbito del comercio, a través de amigos y relaciones, Mohammad demostró ser un hombre bueno y religioso. Se ganó el apodo de Al-Amîn, "el de confianza", por parte de aquellos que lo conocían.

Cuando Mohammad tenía treinta y cinco años, una inundación devastadora casi demolió la Ka'aba, causando graves desperfectos a sus cimientos. Las tribus de La Meca, naturalmente, quisieron reconstruirla y comenzaron su trabajo enérgicamente, sustituyendo una piedra tras otra. En una esquina de la Ka'aba hay una piedra especial, encajada en la pared, conocida como la Piedra Negra. Los habitantes de La Meca creían que esa Piedra Negra procedía del cielo y había sido transportada a la tierra por los ángeles. Cualquier tribu que reemplazara la Piedra Negra sería muy venerada. En efecto, pensaron, sólo la tribu más honorable de todas sería digna de hacer esto. Ahí residía el problema. Ninguno de ellos se ponía de acuerdo sobre qué tribu debía tener el honor de sustituir la Piedra Negra. Este conflicto estuvo a punto de desembocar en una guerra de tribus, hasta que al final decidieron que la primera persona que entrara por una de las puertas que daban a la Ka'aba tendría el honor de decidir qué tribu debía encargarse de recolocar la Piedra Negra en la pared de la Ka'aba. ¡Qué alivio sintieron todos al ver que la primera persona que atravesó la puerta era Mohammad! “Es Al-Amîn,” dijeron, “el de confianza.” Mohammad demostró ser extraordinariamente juicioso al aplacar la disputa. Colocó una capa en la tierra, puso la venerada Piedra Negra en el centro, y luego pidió a las tribus que cada una tomara una esquina de la tela y la levantara. A continuación, él mismo colocó la Piedra Negra en su lugar. Todos quedaron satisfechos y la posición de Mohammad se elevó más si cabe, mostrándose a ojos de todos como un hombre de confianza, sabio y honesto.

Hombre profundamente espiritual, Mohammad a menudo se refugiaba solo durante días y noches en la cueva de Hirá, cerca de La Meca, con el objetivo de pasar el tiempo ayunando y pensando en Dios. Algo extraordinario ocurrió cierta noche a finales del mes de Ramadán, algo que cambiaría el curso de la historia humana: Al∙lâh hizo descender Su revelación a la Humanidad.


[1] (SAAWS): Sal·la Al·lâhu ‘Alayhi Wa Sal·lam: Los Rezos y la Paz de Al∙lâh sean sobre él, que es explicada por los ulemas como sigue::

Sal·la Al·lâhu Alayhi: significa que le cubra con Su Gloria y Su Misericordia…El motivo de traducirlo literalmente es porque estas palabras son repetidas por los musulmanes de todo el mundo, siguiendo el precepto divino de decir esta expresión siempre que se mencione al Profeta, en la llamada a la oración (Al Âdân) o en cualquier circunstancia, como veneración concedida por Al·lâh a Su último Mensajero, Mohammad, que ha sido enviado a toda la humanidad.

Wa sal·lam: significa: y derrame Su Paz sobre él.

[2] Al∙lâh: significa Dios. Es el Nombre Más Grande que ostenta el Único Creador que posee todos los atributos propios de la divinidad, tal como fue revelado en el Qor´ân.

[3] TSQ :Traducción de los Significados de Al Qor'ân. Es imposible transmitir exactamente los verdaderos significados que contienen las palabras de Al Qor'ân o imitar su elocuente retórica. Se han traducido los significados de Al Qor'ân y no se puede decir que sea una traducción de Al Qor'ân. Esta traducción nunca podrá reemplazar la lectura de Al Qor'ân en lengua árabe -la lengua en que fue revelado.

 

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