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Escritores Andalusíes

 

 

IBN JALDUN

AL-SAKUNDÎ

AL-HUSÂNÎ

 


 

IBN JALDUN

Ibn Jaldun, según el mismo indica en su autobiografía, nació en Túnez el primero del mes de ramadán del año 732. El origen de su familia es yemení hadrumí. Según el mismo Ibn Jaldun, en su libro “Kitab Al-Ta^arif”, cita la existencia de un parentesco entre él y Wa´il Ibn Hayr As-sahabi al cual bendijo el Profeta cuando vino anunciando su Islam diciéndole: “Dios bendiga a Wa´il Ibn Hayr y a toda su descendencia hasta el día del Juicio Final.”

De su noveno abuelo le viene el nombre de Ibn Jaldun ÎáÏæä ÇÈä el cual llegó a Al-Andalus con la llegada de los árabes a la Península y se hizo famoso por el nombre de Jaldun siguiendo la costumbre de entonces en el Magreb y Al-Andalus de añadir ¨waw¨y ¨nun¨como indicativo de importancia. Esta familia se dio a conocer con el nombre de Bani Jaldun Èäí ÎáÏæä .

A su nombre se le suele añadir Al-maliki ÇáãÇáßí haciendo referencia a sus tendencias religiosas y especialmente después de haber sido nombrado “el juez de los jueces maliquíes de Egipto”. También ponía siempre acompañando a su nombre “Al-Hadrumí” que viene de hadramut (zona yemení de la que procedía su familia).

Ibn Jaldun en su autobiografía describe capítulos largos de su formación cultural determinando su orígen y sus maestros describiendo al detalle todos los conocimientos que fue adquiriendo paulatinamente. Deducimos de ello que los principios de su formación fueron tradicionalistas, siguiendo la costumbre de los países islámicos supervisada por su padre que fue su primer maestro.

Estudió el Corán, el Hadiz, Tafsir y Fuqh (Jurisprudencia), todo esto según la corriente maliquí. Estudió lingüística y más tarde filosofía, lógica, Ciencias Naturales obteniendo la admiración de sus maestros.

De entre sus profesores Ibn Jaldun destaca en su biografía a dos de sus maestros los cuales dejaron una gran huella en su formación jurídica y lingüística. El primero de ellos es Muhammad bin Abd al-Muhayman al-Hadrumí el cual le enseñó el Hadiz y la lingüística y la Sira.

El segundo es Abu Abd allah bin Ibrahim al-ábili cual aprendió la lógica, Ciencias Naturales, Astronomía y Música.

Su vida como historiador :

En sus inicios su formación no era la de un historiador; el primer libro que escribió sobre historia fue el “kitab Al-Ibar” cuando ya contaba con 45 años dado que en su juventud dedicó más tiempo a la Filosofía, lo que se deduce de su Biografía. Así lo confirma también Ibn Al-Jatib su libro “ Al-Ihata bi-Ajbar Garnata.

Dos motivos fueron los que le hicieron interesarse por la Historia. El primero de ellos es la ricaexperiencia política que adquirió a lo largo de los años ocupando importantes cargos. El segundo motivo se debe a las reflexiones que se hizo como consecuencia de las intensas experiencias por él vividas. Se involucró profundamente en los sucesos políticos de su época teniendo una vida rica en experiencias y sorpresas y llena a su vez de éxitos y fracasos.

Vivió entre los palacios de los reyes y emires tanto de Marruecos como de Al-Andalus y Argelia persiguiendo la fama en ocasiones y otras huyendo de las persecuciones y de la cárcel estableciéndose finalmente en el castillo de Beni Salama en el año 776 H., abandonando entonces la políticay dedicándose a la Historia tras haber fracasado en sus metas en el campo de la política.

Sus fracasos en las experiencias políticas solamente son el reflejo de lo que ocurría en su época. Es el siglo octavo H. el siglo en el que se vislumbra la decadencia, tanto en Oriente como en Occidente, de la civilización árabe-islámica lo que supuso un gran impacto para él, hecho comentado en su Muqaddima. 

Las circunstancias de su vida personal y de su época fueron realmente lo que le indujeron a escribir la Historia, principalmente para aprender de ella y ayudarse a comprender el presente y sus problemas, al contrario que otros historiadores.

La combinación de sus ricas experiencias políticas y sociales así como sugran sentido crítico formaron una realidad a la hora de comprender y plasmar sus ideas en la historia. 

El conocimiento de otros historiadores, reforzó su sentido crítico viendo los errores que estos habían cometido ya que ellos habían escrito libros de Historia bajo la presión de la época en la cual vivieron y estando a merced de los gobernantes. 

En el estudio preliminar a la Muqaddima que hace Elías Trabulse, Ibn Jaldun es considerado como un precursor y un hombre abanzado para su tiempo en algunos aspectos sin embargo en otros parece anclado en el siglo XV islámico.

También hay que destacar que el sistema de Ibn Jaldún es prácticamente aplicable, debido a su amplitud, a cualquier momento o situación de la historia de la humanidad. Así, su historia es, como él mismo lo advierte, una historia universal. Lejos de concretarse a la historia del Magreb, incluye análisis de historias de otros pueblos como asirios, hebreos, griegos y romanos.

Su punto de vista de la historia lo enfoca principalmente en comprender el estado social del hombre, es decir la ciencia de las civilizaciones.

Comparado con otros historiadores para los que el individuo en sí es el que va creando la historia, para Ibn Jaldun es la sociedad la que hace el futuro siendo el individuo un átomo minúsculo cuyo único papel es el de ser espectador.

Para Ibn Jaldun “la historia es una ciencia digna, que se distingue por la nobleza de su objetivo, su gran utilidad y la importancia de los resultados....” Da gran importancia al rigor histórico, criticando la costumbre de algunos autores de relatar hechos históricos sin comprobar su veracidad gustando de los relatos y fábulas los cuales son adoptados luego por la gente sencilla que no sabe discernir de la realidad.

Ante todo para Ibn Jaldun ...”el historiador debe de conocer los principios fundamentales de la política, del arte de gobernar, la verdadera naturaleza de las entidades, el carácter de los acontecimientos, las diversidades que ofrecen las naciones, los países, la naturaleza geográfica y las épocas en lo que se refiere a costumbres, usos, modalidades, conducta, opiniones, sentimientos religiosos y todas las circunstancias que influyen en la sociedad humana y su evolución.....”

Ibn Jaldun clasifica las causas que inducen a la equivocación y la mentira a la hora de escribir la historia son:

- No ser preciso y razonable tanto por parte de la persona que vive los acontecimientos como por parte del trasmisor. Ibn Jaldun achaca esto a la subjetividad de la persona sin someterla a ninguna crítica ni razonarla.

- El no respetar las leyes de la naturaleza ya que el historiador en muchos casos cuenta hechos imposibles de suceder ya que van en contra de las leyes naturales.

- El desconocimiento de los fenómenos sociales y sus consecuencias y evolución.

- El historiador se limita en ocasiones a narrar los hechos históricos, tal como los citan los autores anteriores, letra por letra, mientras que Ibn Jaldun opina que debe de tener en cuenta la evolución de la sociedad así como el cambio de costumbres para dar a sus contemporáneos una visión que les ayude a comprender el presente.

Para Ibn Jaldun la historia es conocer las civilizaciones tanto en el aspecto externo como interno. En el aspecto externo incluye el relatar de los acontecimientos de los tiempos mientras que en el aspecto interno la historia sería una interpretación lógica de la actividad humana y lo que produce a través de los siglos en todos sus aspectos. 

Así pues su metodología no se detiene a narrar los hechos pasados sino que también a relacionarlos con el presente y el futuro, por lo tanto su libro kitab al ibar , contiene la sabiduría y la historia a la vez. La sabiduría en la introducción y la historia en lo que sigue.

Para finalizar queremos recalcar que estamos ante un historiador formado por su propia vida, al que se puede considerar como un precursor parala época en la que vive, separándose de todas las corrientes que afloran en su tiempo para plasmar las ideas que él se ha forjado de lo que realmente debe de ser un historiador. Es pues, un hombre consecuente a sus principios y que no duda en criticar a sus contemporáneos cuando piensa que sus estudios son erróneos.

Por otra parte podríamos considerarlo también como un precursor dentro de la Filosofía Social al considerar que no es el individuo en sí quien crea el futuro sino el conjunto de la sociedad, introduciendo además en la historia los fenómenos sociales, tratando de interpretar todo hecho social en el seno de la sociedad en la que se manifiesta.

BIBLIOGRAFÍA:

Introducción a la Historia Universal (Al-Muqaddimah).- Estudio preliminar, revisión y apéndices de Elías Trabulse.

Fondo de Cultura Económica.- México. 1977

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AL-SAKUNDÎ

 

Abû-l-Walîd Al-Sakundî.

Escritor andalusí.

Nació, como indica su nombre, en Secunda, cerca de Córdoba, en fecha desconocida. Murió en 1231.

 

Fue un documentado erudito de exquisito estilo que puso de manifiesto en sus epístolas. La fama y reputación de Al-Sakundî le valió la protección del sultán almohade Yâ’kûb Al-Mansûr, ocupando algunos cargos en la administración, siendo nombrado câdî de Baeza y Lorca.

 

Su obra capital, Elogio del Islam andaluz (Rísâlah fî fade al-Andalus) tuvo su origen –según nos dice el autor en el prólogo-, en la controversia en la que se habían enzarzado nuestro Al-Sakundî con Ibn Yahyâ, en presencia de Abû Yahyâ ibn al-Bizcaria, príncipe de Ceuta. Al-Sakundî defendía las excelencias de los hombres y tierras de Andalucía, en tanto que Abû Yahyâ señalaba la primacía de su patria marroquí; en un arranque apologético, Al-Sankundî exclama que el situar Berbería sobre Al-Andalus es como dar preferencia a la mano izquierda sobre la derecha o como pretender que la noche es más clara que el día. Deseoso el emir de que las agudezas y valoraciones que cada uno de los oradores aducía para sostener su punto de vista no se perdiera en el aire, les mandó que las expusieran por escrito, cosa que ambos cumplieron.

 

La Risâlah constaba de seis partes que trataban sucesivamente de: política, ciencia, poesía, valor guerrero, grandeza del alma y descripción de ciudades. Cada uno de estos aspectos constaban de dos partes que andaban entrelazadas: la una, combativa y polémica contra los bereberes en general –en especial contra los almorávides, pues no ataca a los almohades por entonces gobernantes de Al-Andalus, que lo protegían-; y otra, laudatoria y apologética, en la que señala los méritos y cualidades de los andaluces, sobresaliendo las páginas dedicadas a las ciudades andaluzas, que se considera lo mejor de la obra. Afirma Al-Sakundî que las poblaciones andaluzas son el paraíso y que cada una de ellas posee cualidades que no se conocen fuera de Al-Andalus: Sevilla, limpia y alegre, es famosa por sus magníficos edificios, sus instrumentos musicales, sus mujeres y vinos y los pueblos que la rodean, que están bien construidos y cuidados, pareciendo estrellas en un cielo de olivares. El alminar de la mezquita –se refiere a la Giralda-, construida por orden de Yâ’kûb Al-Mansûr, es el más destacado de todos los construidos en el mundo musulmán. Las orillas de sus ríos están adornadas por fincas, jardines y árboles  de  un  modo  que  no  se  encuentran  a  orillas del Nilo. Córdoba –anteriormente sede del gobierno, centro de la ciencia, antorcha de Din del Islam y morada de la nobleza-, es recordada por sus palacios de Al-Zâhyra y Al-Zahrâ, y por su mezquita principal. A Jaén la llama la ciudad de la seda  por sus gusanos de seda, famosa también por sus fortificaciones y por ser hogar de héroes. Ubeda, no lejos de ella, es conocida por sus lugares de recreo y sus bailarinas, las más diestras manejando las espadas. Granada es la Damasco de Al-Andalus, y posee altas murallas y espléndidos edificios, jardines y baños. Málaga tiene la suerte de haber sido favorecida por el mar y la tierra, y de poseer una gran extensión de viñedos y de hermosas mansiones que parecen estrellas en el cielo. Es famosa por una rara especie de higos y un vino delicioso. De Almería, el puerto comercial más famoso de Al-Andalus, nos habla de sus atarazanas y astilleros, valorando la riqueza de su puerto y el esplendor de su ciudad.

 

Cuenta Al-Sakundî que cuando a un hombre agonizante le aconsejaron que pidiese perdón a Allah, le replicó: ¡Oh, Señor!, de todas las cosas del Paraíso sólo deseo el vino de Málaga y la uva de Sevilla.

 

Es, pues, la Risâlah  un compendio de erudición y cultura, y de enorme interés hoy para conocer el mundo cultural de Al-Andalus. Está traducida al castellano por E. garcía Gómez (Madrid, 1974).

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AL-HUSÂNÎ

 

Abû ‘Abd Allâh Muhammad ibn al-Hârit ibn Asad 

Escritor y jurista

Nació en Ifriquiyya antes de 923.

Murió en Córdoba en el 971.

 

Estudió ciencias jurídicas en Kairwân. Llegado a Córdoba, donde vivió hasta el final de sus días; completaría sus estudios con el maestro Kâsim ibn Asbag.

 

Muy joven entró como jurista al servicio del califa andalusí Al-Hakam II, por deseo del cual escribió su obra capital, Historia de los Jueces de Córdoba (Kitâb al-Kudâ li-Kûrtuba). Esta es una recopilación de noticias acerca de los magistrados cordobeses, desde los inicios de la revolución islámica en Al-Andalus hasta el año 968; se compone de un prólogo y tres capítulos, que tratan sucesivamente: el primero, de los individuos que no quisieron aceptar el cargo; el segundo, de los jueces que ejercieron la magistratura en la época anterior al califato andalusí, y la tercera acerca de los jueces que fueron nombrados por el califa.

 

Las fuentes que utiliza Al-Hssânî son originales y muy variadas; proceden de los archivos de la Casa Real, de la Curia o de los propios jueces –las escritas-, y las orales de conversaciones captadas en las tertulias de la nobleza o en las leyendas recitadas por los narradores en los barrios populares.

 

Al margen del interés que la obra tiene para la historia jurídica, contiene datos de gran utilidad para la historia social de Al-Andalus, y más concretamente de Córdoba. Así por ejemplo, Al-Husânî nos da pruebas de que la aljamía –idioma andaluz- era generalmente utilizado por la población, incluso en los tribunales.

 

Esta obra fue traducida y editada por J. Ribera en 1914 (Madrid) y según opinión de su traductor la crónica nos pone en medio de Córdoba en los tiempos del Emirato, dándonos la impresión de la realidad, cual ninguna otra historia erudita o literaria es capaz de producir. Nos cuenta cosas fútiles, escenas vulgares, sin grandeza ni aparato de conjunto; pero esa intención artística, esas descuidadas narraciones permiten el estudio de fenómenos sociales, que en otra crónica no aparecen siquiera esbozados ni aludidos.

 

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